La agresividad en los hijos es una conducta aprendida que si se presenta en exceso y no se trata a tiempo puede generar problemas futuros.
En la primera infancia es normal y puede deberse a impulsos que le facilitan lograr lo que desea puesto que el niño carece de habilidades para expresarse verbalmente. Cuando va creciendo comienza a crear empatia y solidaridad hacia otros. Si la conducta persiste es porque el niño no tiene autocontrol de sus impulsos y es inmediatista debido a que carece de repertorios conductuales para lograr objetivos por vias más adecuadas socialmente.
No esta bien tratar de modificar las conductas agresivas con agresividad porque valida su conducta y la imita . Muchas veces estos comportamientos se presenta para llamar la atención, por frustraciones, por compensar carencias afectivas o como resultado de modelos inadecuados de crianza o por un ambiente lleno de conflictos y violencia.
Los infantes siguen patrones de conducta que aprendieron del medio lo que fue formando su sistema de creencias el cual se sintoniza y es coherente con su conducta. En el proceso terapéutico es fundamental identificar las causas de la agresividad y se debe dar herramientas a los padres para que propicien un cambio en la dinámica de la de la relación con el niño que conlleve a un cambio de actitud en el.
Además se entrena al niño para que reaprenda conductas alternativas a la agresión, aprenda habilidades sociales, tenga auto control y se enfrente positivamente a las exigencias del medio. Todo comportamiento se puede modificar siempre que se utilicen los procedimientos terapéuticos adecuados que faciliten cambiar los esquemas mentales del menor y de los padres y propiciar cambios conductuales a largo plazo.
Como decia Pitagoras "Educad al niño y no tendreis que castigar al hombre"